Esta película belga que nos ocupa, consiguió el Premio del Público en la Berlinale, dos en Tribeca, va a representar a su país en los Oscars y se ha hecho también con el mayor número de nominaciones para los Premios del Cine Europeo. A saber, Mejor Película, Dirección, Guión, Actriz y Actor. Esta película belga que nos ocupa batió récords de taquilla en Francia y por donde ha pasado. Y ha sido presentada en el Festival sevillano por su realizador y guionista, Felix van Groeningen, que se basó en una obra de teatro de su actor protagonista, Johan Hendelbergh.
Su director, en su encuentro con la prensa de esta misma mañana (viernes 15 de noviembre de 2013), comentó, entre otras muchas cosas, que le tomó dos años escribir el guión, porque se emocionaba y lloraba mientras lo hacía. Que tenían mucho miedo e inseguridades respecto a la reacción del público. Que el estreno en Bélgica fue espectacular y que cree que se debió a que el producto final es bueno, que las piezas encajan y ese es uno de los secretos de su conexión con el público. Que la música es más aún que otro elemento dramático fundamental. Que la película es parte de lo que experimentan los personajes. Que el humor es muy importante, como medio para hacer más tolerable el drama. Que es ‘una montaña rusa emocional’…
La historia describe ocho años en la vida de una pareja en la que ella es tatuadora y él toca el banjo en un grupo de country en el que la protagonista llegará a ser la voz, preciosa voz…, solista también. Que se aman apasionada mente, que se casan y que tienen una preciosa hija. Y que, de pronto, contra todo pronóstico, se ven zarandeados por una devastadora tragedia.
Con estos mimbres, y hasta ahí puedo leer para no reventarles el argumento a quienes lo desconozcan, la cinta pudo ser tan temible como los dramones que nos deparan las sobremesas del fin de semana ciertas cadenas. Con estos mimbres, acechaba la amenaza de convertirse en un producto de serie B facilón y burdo. Con estos mimbres, era difícil conjurar estos y otros peligrosos derroteros de intoxicación sentimental y sensiblera.
Pero con sus defectos, que los tiene, van Groeningen ha conseguido una película poderosamente emotiva. Desacomplejadamente sentimental. Valiente y osada en su acercamiento a lo más descarnado del dolor humano, a la intimidad más lacerante. Con saltos temporales que conjuran el riesgo de la linealidad del relato, haciéndolo más imprevisible e intenso. Recorrida por un humor desarmante. Habitada por una energía y vitalidad muy de agradecer. Con una música country de una buena banda, que te hace vibrar. Por todo ello y mucho más, esta ‘montaña rusa emocional’, más grande que la vida, merece ser vista.