Esta película rumana, de Calin Peter Netzer, se hizo con el Oso de Oro del Festival de Berlin en 2013 y fue una de las que debatimos en la clausura de la segunda temporada de la tertulia de cine, ‘La Palabra y la Imagen’, el pasado día 4. Allí, pueden verlo en la crónica ad hoc de este blog, suscitó mucho interés y se destacaron sus valores de fondo y forma. Esto tanto a nivel más ‘privado’, en la vertiente familiar, como a nivel más político-social, en su descripción de una clase emergente de ‘nuev@s ric@s, muy cercana al poder o a los poderes fácticos.
El guión, que escribe el propio realizador junto a Razvan Radulescu, da cuenta de un accidente mortal, con denegación de auxilio, provocado por el exceso de velocidad del conductor, un hombre de 32 años. La víctima es un niño. Al culpable, dados los agravantes, le espera una importante pena de prisión. Pero su madre, una arquitecta de la alta burguesía muy bien relacionada, no está dispuesta a aceptar tal destino para su único hijo. A este fin, moverá todas sus influencias, caiga quien caiga, incluso contra el parecer del propio acusado que rechaza su ayuda.
En esta historia – bien contada, por otra parte – entonces, se resalta fundamentalmente el papel castrador de una mujer a la que se le supone haber sobreprotegido a su descendiente y que les maneja y manipula tanto a él como a su marido, además de a su entorno. Una mujer que ve como rival a la pareja de su hijo, madre a su vez. Este planteamiento insidiosamente misógino da por aceptable tal punto de partida e incluso, a veces, hace olvidar al verdadero responsable del homicidio, un ser tan irresponsable e indolente como abúlico, que también guarda esqueletos en su armario. Pero claro, cherchez la mére…, es lo más fácil y obvio.
Su director ha enfatizado en el papel fundamental de la familia en la sociedad rumana, en su peso específico. Pero no lo ha hecho con los datos de la desigualdad flagrante que sufren las mujeres en ella, con un elevado índice de violencia, y en todos los ámbitos laborales, sociales, profesionales, económicos, políticos… Por ello se nos antoja aún más tendencioso que ejemplifique en la protagonista la tiranía doméstica y de clase…
Está tan centrada en ella, de la peor forma posible, que, salvo honrosas excepciones, no considera necesario dar a conocer a quienes la rodean. Ni siquiera la media hora final en la que muestra – algo tarde, eso sí – el otro lado, la cara más noble y digna de las víctimas, los matices de un personaje y un cara a cara suegra-nuera muy revelador, además de la gran interpretación de Luminita Gheorghiu, la indultan del maniqueísmo más tramposo.