La felicidad de una bella pareja, Héléne y Mathieu, es puesta a prueba cuando, desde el comienzo de la película se sabe, ella es diagnosticada fatalmente de fibrosis quística pulmonar, que acabará a corto plazo con su vida. Como única opción a su alcance, además de los cuidados y tratamientos paliativos, es esperar a un/a donante compatible para someterse a un díficil y arriesgada operación de doble transplante de tales órganos que también puede ser mortal y aún así con la posibilidad de que su organismo los rechace.
Mientras el marido se aferra a esa esperanza, ella no lo tiene tan claro. Sopesa los riesgos de morir en el quirófano y de no controlar la reacciones de su cuerpo si hay incompatibilidades. Pero las diferencias ante esta tragedia inesperada van más allá: Héléne no acepta la compasión, ni la falta de naturalidad o el silencio incómodo y temeroso de sus amistades comunes, mientras que Mathieu la anima a que se abra.
Él pretende pedir una excedencia en el trabajo, ella no le consiente que haga esas concesiones. Él quisiera apurar todo su tiempo juntos y ella, por el contrario, le pide espacio. En sus relaciones eróticas tampoco quiere dañarla y ella se bloquea no entregándose… Hasta que Hélene descubre un blog de un hombre que padeció una enfermedad similar, un tumor en este caso, y se marchó a vivir a una cabaña en Noruega, al lado de los fiordos. Y decide, contra cualquier oposición que le plantea su marido, irse allí sola.
Pero los primeros días la luz, el silencio y la falta de cobertura serán un problema. Hasta que su nuevo amigo, un hombre mucho mayor de lo que imaginaba, le cede un espacio. Y será ante el fiordo, las montañas, el lago, los paisajes de una belleza tan indescriptible que cortan el aliento, cuando tomará la doble opción sobre su vida y sobre su muerte.
Hasta aquí, la sinopsis. Pero es de admirar la excelencia de su puesta en escena, de su planificación acercándonos a los personajes y luego abriendo el campo a la majestuosidad de un espacio único. Pero es de admirar la radicalidad de una propuesta que elude cualquier cliché al uso, pero que es tan compleja y poliédrica que permite asumir y empatizar con las posiciones de ambos personajes.
Porque no nos ahorra nada, hay sufrimiento, dolor, desgarro, rabia e impotencia. Y pathos, mucho pathos, con esa protagonista – prodigiosa Vicky Krieps que hace doblete en el SEFF, pues interpreta también el personaje central de Isabel de Austria en ‘La emperatriz rebelde’, de Marie Kreutzer, que concursa en la Sección EFA – ahogándose en tos y sangre por esos bosques sin el potenciador de oxígeno que no ha querido llevar consigo en su paseo.
Porque hay dos viajes iniciáticos: el de ella a Noruega y el de él tiempo después. Porque detrás de la muerte que acecha a la mujer hay mucha vida, aunque ella sepa perfectamente, y así se lo dice a su compañero, que no tiene futuro. Porque… curiosa y dramáticamente el que perdió la vida realmente fue el excelente coprotagonista Gaspard Ulliel, de cuya muerte en un terrible accidente de esquí va a hacer un año en enero. Esta fue una de sus últimas películas.
Producción francesa den123 minutos de metraje. La escribe, junto a Lars Hubrich, y la dirige la actriz, guionista y cineasta germano-francesa Emily Atef. La fotografía con excelencia Yves Cape y su notable banda sonora está firmada por Jon Balke.
Sensible, inteligente, lúcida, sin anestesia y sin concesiones, ni tentaciones sentimentales, hermosa y desgarrada esta sí es una historia extraordinaria que no deberían perderse.