SEFF, 2022, 19 Edición. Sección Oficial, ‘The eternal daughter’: Entre fantasmas

La realizadora y guionista británica Joanna Hogg, cosecha del 60, tiene una filmografía singular a la que el SEFF le dedicó una retrospectiva en 2018 y en cuya página se nos cuenta que rodó en secreto esta película en Gales durante el confinamiento. Sus leitmotivs narrativos están aquí, tanto los que reflejan las relaciones más íntimas, basadas en vínculos de sangre, como los problemas derivados de la creación artística.

La historia nos muestra a una madre y a una hija que, para celebrar el cumpleaños de la primera van, a instancias de la segunda, a la antigua casa familiar ahora reconvertido en un misterioso hotel casi vacío. La hija, directora de cine, está escribiendo el guion de una película en el que honrará no sólo a su progenitora sino a la memoria de su padre, fallecido dos años antes.

Entre el gótico, la intriga, el drama familiar y la historia de fantasmas, la directora sabe crear un ambiente espectral y alucinatorio. Sabe crear un clima en el que los interrogantes y las dudas son mayores que las certezas, aunque estas acaben por llegar.

Entre la antigua mansión que alberga el hotel, rodeado de un tan hermoso y de exuberante vegetación, como tétrico paisaje, que apenas si tiene más que una recepcionista y una camarera malencaradas, aunque luego se entiendan sus actitudes…, que lo abandonan al anochecer.

Que se supone que está lleno, pero sus peculiares llaves están colgadas y no se hace notar ningún húesped, nadie, tan sólo un antiguo empleado que permanece en el lugar honrando la memoria de su mujer y que es la única persona afable del lugar, además de las dos damas protagonistas, tan exquisitamente inglesas, que se tratan con unas deferencias y cariños envidiables, ambas interpretadas por la emininente Tilda Swinton. Y de su adorable perro Louis.

No podrían faltar esos ruidos que atormentan a la ya de por sí atormentada hija, la eterna hija a la que hace alusión el título, que no consigue, pese a que lo intenta, darle forma a su escritura. Una hija entregada que se desvive por la anciana y quiere y cuida muy bien a Louis. Pero en la cena del cumpleaños, entre regalos, tartas y velas, la verdad se hará presente.

Quien esto firma, es evidente, no va a desvelarles algo que ella misma intuyó casi desde el minuto uno. Pero sí declarar que ha encontrado la película insatisfactoria, aparte de sus cualidades de puesta en escena, factura, atmósfera y clima, ya reseñadas. Porque piensa que Hogg podría haber llevado hasta sus últimas consecuencias todos los temas sugeridos en el relato: las relaciones afectivas, singularmente las materno-filiales, las dificultades derivadas del oficio del cine y los fantasmas simbólicos, metafóricos y reales que la contienen.

Producción inglesa de 96 minutos de metraje. Su escritura se debe a la propia cineasta y posee una espléndida fotografía de Ed Rutherford, sobre el muy hermoso entorno natural galés.

En cualquier caso, merece la pena verla.

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