SEFF 2022, 19 Edición. Sección Oficial, ‘Un petit frére’: Rose, Jean y Ernest

Rose es una joven inmigrante, oriunda de Costa de Marfil, que llega a París y se instala con una familia amiga en los suburbios de la ciudad junto a sus hijos, Jean y Ernest. En su país, ha dejado otros cuatro más, todos varones, de dos uniones rotas.

Es una mujer libérrima e independiente que encuentra trabajo en un hotel y establece una relación apasionada con un trabajador, que no dura mucho pues él tiene que irse a Marsella. Va a su aire y, aunque quiere y educa a sus hijos, no posterga sus placeres, salidas y escasas diversiones por ellos. Algo que molesta a las amistades que la acogieron, a quienes les gustaría que fuese más ordenada, casera, sumisa y convencional. A quienes les gustaría que se dedicara en cuerpo y alma a sus hijos. Y que contrajera matrimonio con un conocido al que consideran perfecto para ella.

Pese a todo, Rose va a su aire contando con la comprensión de los niños, muy unidos ambos. Cuando conoce a un hombre rico, emparentado con su patrón, en una fiesta que este ofrece a su plantilla, que no quiere hijos, que tiene una relación con otra mujer, se traslada con él a Rouen en la seguridad que les atenderá económicamente a los tres. Pero nada saldrá como estaba prevista y acabará casada con el «hombre adecuado perfecto para ella» antes citado y eso afectará a sus dos chicos, especialmente a…

… Jean, el mayor, un niño muy inteligente y dotado cuando le conocemos de pequeño – pues la historia narra bastantes años en la vida de los tres – que destaca en sus notas, que luego va a optar incluso por una opción de estudios que significará una salida profesional impensable en su estatus, que se enamora de una chica de alta burguesía, condíscipula, siendo correspondido por ella y quien le ayuda también en sus gastos, cuando su madre no puede hacerlo pero…

… al que la ruptura de su madre con el «padrastro» de Rouen, cuya «otra mujer» está embarazada – a quien le reprocha no visitarles apenas – y, sobre todas las cosas, la boda posterior de la progenitora con un hombre rígido, que no le comprende y de quien ella, que no es libre y se autoengaña, resulta ser cómplice, es determinante para que, preso en un bucle de alcohol y drogas, le envíen a su país. Lo que marcará un antes y un después en la vida de Ernest…

… un pequeño encantador cuando le conocemos, que adora a su hermano y que se refugia en él durante las ausencias maternas, aunque tiene también una relación muy estrecha con Rose quien siempre le alienta, les alienta a los dos en un principio, a ser mejores y a tener autoestima.

Aunque al principio le recomiendan en el colegio que vea a un especialista, debido a posibles dificultades de aprendizaje, sabrá superarlas y creciendo con su hermano hará nuevas amistades con un niño encantador de alta burguesía con quien pasará el verano y continuará sus estudios mientras van sucediendo los vaivenes sentimentales de su madre y los cambios de residencia consecuentes de los tres.

Luego nos es mostrado – en uno de los saltos temporales de la película, que desconcertaron a esta firmante porque impiden seguir la evolución de los acontecimientos y personajes, aunque sea una decisión narrativa respetable de la realizadora – como un profesor de Filosofía en París, ya todo un adulto, le vemos en su clase y encontrándose con una Rose que peina canas, que va a divorciarse y que tiene una noticia y una carta que le conmocionarán. Ambas relacionadas con Jean y dirigidas a «su hermanito, es bueno tener un hermanito»

Lo que a esta firmante le gusta de esta propuesta es la libertad que tiene para hacer un cine autóctono dentro de un país como Francia, le gusta la historia pero no le disgusta que la desperdicie y la convierta en errática e incomprensible, en dispersa e inconexa por un mal guion y unas malas decisiones narrativas como esos saltos temporales y elipsis que confunden, falsean el relato y no permiten que los personajes crezcan y evolucionen.

Por otra parte, la mirada sobre Rose parace comprensiva y hasta empática, sin condenarla, ni juzgarla. Pero, a todos los efectos, la describe como un personaje egoista, tóxico y provocadora del mayor daño a los hijos.

Producción francesa, de 116 minutos de metraje, escrita y dirigida por la directora y guionista del país Leonor Serraille, cosecha del 86, de la que es su segunda película. La fotografía con solvencia Héléne Louvart y el reparto está simplemente correcto porque, se insiste, sus personajes no evolucionan, sólo saltan en el tiempo.

Escrito queda.

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