SEFF Xª Edición. Sección Oficial.Toma V: ‘10.000 noches en ninguna parte.

Su rodaje duró diez años. No trabajamos con guión. Empezamos en Berlín y acabamos en Madrid. Improvisamos sobre biografías, emociones. La mirada de Ramón me hace actriz. Parece que nos deja libres, pero nos ata en corto. En Alemania rodamos en las horas brujas, al amanecer y antes del atardecer. Me paso todo el tiempo jugando y flotando. En París corríamos de verdad, porque nos persiguió la policía en el metro. Cuesta mucho financiar un proyecto así. Las ciudades a las que siempre has querido ir, te encuentran al final del camino. Compuse la banda sonora dos años después. Ella se lanzó a bailar en la Gran Vía. Aunque muestra el lado oscuro, es sobre el perdón…

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Frases como estas, transcritas con mayor o menor fidelidad pudieron oírse esta mañana en la multitudinaria rueda de prensa posterior a la proyección de ‘10.000 noches en ninguna parte’, de Ramón Salazar junto al que estuvieron sus protagonistas Andrés Gertrúdix, Nawja Nimri, Susi Sánchez y Lola Dueñas. La historia trata sobre las tres vidas paralelas, y radicalmente distintas entre sí, de un joven en las tres ciudades citadas.

Así pues, lo vemos en la capital francesa con una amiga muy especial, en Berlín confraternizando en todos los sentidos con dos mujeres y un hombre y en Madrid, en el lado más sórdido, sobreviviendo a una dura situación familiar. En el ya citado libérrimo ‘guión’, que también firma el director, pasamos de unas situaciones a otras casi sin solución de continuidad o con un finísimo hilo conductor.

No cabe duda de que Ramón Salazar – Málaga, cosecha del 73 – ha hecho un giro arriesgado en su filmografía y lo cierto es que la cinta tiene destellos y hallazgos brillantes y cuenta con un excelente equipo técnico-artístico. Pero también lo es que con esos mimbres no se sostiene una historia. Pero también lo es que ese material narrativo debería pecar de contención y no de excesos ‘líricos’ o pseudopoéticos. Pero también lo es que la puesta en escena se convierte en su peor enemiga cuando juega a la ingravidez y a la sutileza. Pero también lo es que la improvisación, por trabajada que haya sido, se resuelve en contra de la coherencia y consistencia de lo narrado. Pero tampoco vale el todo vale. Pero también le sobran pretensiones, pretenciosidad y le faltan ironía y sentido del humor. Lástima.

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